DONDE ANIDA EL ALMA

Dicen que el alma no ocupa lugar, imposible de localizar en parte alguna del cuerpo. 
Sin embargo, yo sé exactamente dónde se aloja la mía. 

El otro día pasé con el Uber (me llevaban, yo no conducía) delante de uno de esos locales de Salud&Bienestar hippie-zen que exhibía un cartel que afirmaba: «Cuidamos tu cuerpo, mente y alma». Puede que te cuiden el cuerpo a machetazos, la mente a carterazos, pero el alma muy pocos saben por donde empezar. Me pareció que hay que tenerlos muy gordos para vender un conocimiento que ni filósofos, neurocientíficos o gurús de pro han logrado determinar.

El campo del alma es un terreno minado y tan desconocido como ese cosmos que planea sobre nuestras cabezas las 24 horas del día. Me atrevo a segurar que el 99,9% de la población desconoce por dónde anda su alma, la que incluso puede haber abandonado su cuerpo por desnutrición, desamparo o falta de riego. Como no quiero pasarme de cínica, vamos a dejar un margen esperanzador de 0,1% de población activa mental, intelectual y espiritualmente que quizá sospeche la localización de sus propias almas que -como las huellas dactilares o la voz- son únicas e irrepetibles y por tanto no tienen por qué residir en los mismos receptáculos orgánicos.

Tuve conciencia del lugar exacto que ocupa mi alma dentro de mi cuerpo-galego-serrano el día que alcancé el pico máximo de dolor emocional, que nunca antes ni después se ha repetido en esta vida loca que llevo.

A muchos les parecerá cosa de meigas. No lo descarto pues es cierto que mi intuición e inconsciente -tanto colectivo como personal- están tan abiertos como mi tercer ojete. Pero al margen de mi propensión a lo sensible, esta experiencia fue totalmente física, sin ápice de espiritualidad o misticismo.

Sucedió la tarde noche del 29 de agosto de 2013. A las 18h en Montevideo (Uruguay) tuvimos que dormir al ser vivo que más me ha querido y al que quise del modo más incondicional que se pueda querer: mi gato Nano. Dos días antes, se sintió muy mal y notamos que no comía y había adelgazado. Tras 48 horas de veterinarios, pruebas y un hospital de urgencias, diagnosticaron que su bazo había reventado y convertido en una masa sanguiñolenta que había invadido todo su abdomen de un modo inoperable. Es decir, se moría. Sólo nos quedó la autanasia, un proceso traumático y desolador que nos dejó el corazón a la intemperie, abandonado a su mala suerte.

Al volver a casa con su cesta vacía y abrir la puerta donde vino a saludarme su ausencia inaceptable, me derrumbé en todos los sentidos. Me metí en la cama con la esperanza de que el llanto me agotase a la par que mi energía, pero mi dolor se intensificó al sentir como sentí que ya no le sentía.

Y entonces sucedió: una punzada agudísima y lacerante me traspasó desde el lateral izquierdo superior del abdomen hasta la espalda y el riñón. Me eché las manos a esa zona y me palpé pensando que me estaba dando un cólico en salva sea la parte, que no es otra que esta: debajo del diafragma, detrás de la parte siniestra del estómago, bajo el lóbulo izquiero del hígado, donde el extremo delgado del páncreas acaricia el bazo.

Cualquier médico sesudo me diría que posiblemente tuve un cólico de gases, flatus terribilis, o que incluso somaticé en mi propio bazo la rotura del de mi gato. Una explicación racional para no admitir lo evidente: mi alma estaba allí y se quejó. No entraré en diatribas sobre la existencia filosófica del alma cuyos misterios se han intentado desentrañar desde el orfismo a Pitágoras, el hinduismo, budismo y religiones de todos los colores y esquinas de este devastado mundo. Simplemente, su existencia se manifestó y es manifiesta desde entonces.

Sé perfectamente que la mente no jugó papel alguno en esta experiencia. Y lo afirmo categóricamente pues soy pensadora precoz y a estas alturas de mi vida cronológica soy capaz de distinguir los sortilegios y estrategias que se manifiestan desde mi pensamiento racional, tanto en juicios de gusto y disgusto como en emociones y procesos de información. Mi cerebro estaba ocupadísimo con la gestión del sistema nervioso, corazón y pulmones que iban a mil por hora, como ocuparse también de mi alma que en ese momento se estaba por emancipar.

Durante años pensé que el dolor por la pérdida de mi gatito me ocasionó tal herida anímica, que el alma se había agrietado como la pared mohosa de una casa vieja, en mi caso irreparable. Por tanto, acepté estoicamente convivir con un alma quebrada, residente de mi cuerpo maduro. Sin embargo, desde que vivo en México he cambiado de idea. Ahora creo firmemente que mi alma no se rompió el 29 de agosto de 2013: mi alma despertó en una catarsis que ocasionó la intensidad de mi agonía. Ahora es feliz en este país como una mariposa monarca en celo. No sé si es esta luz y latitud, los colores, sabores, olores, texturas, voces, ruidos… en fín una orgia interminable de estímulos perceptivos que dejan embotados los sentidos, liberando al alma de tener que pensar y sentir más de la cuenta.

En este punto más de uno pensará que estoy como una maraca de Machín, y que se me fue la pinza a la panza con una pitanza. Pero tengo pruebas irrefutables de la alegría de mi alma: la pintura. Pero de ese tema ya hablaré en otra entrada cuando tenga un momento liberado.

Por de pronto, os animo con ahínco a que os autoexploréis (no explotéis) en busca de vuestra alma, porque os aseguro que por ahí anda. Quizá acurrucadita como un gatito debajo de la nuca, dando patadita a tu bilis entre el hígado y el riñón o entre la ingle y la cadera como una enredadera… ¡pero estar, está!

PAGO POR PUBLICAR EN PAPEL

Capítulo II: En busca de editorial y financiación

Elegir una editorial de pago para tu libro es toda una odisea. Y al final del viaje no está Penélope esperándote

Como contaba en el Capítulo I, una vez que tienes tu libro listo para  entrar en el horno de imprenta te toca la delicada tarea de elegir editorial de autopublicación

  • PASO 1: ENCUENTRA TU EDITORIAL

Descarté de inmediato hacer el libro con una editorial tradicional de las que imprimen, publican y distribuyen tus obra sin que tú intervengas en ninguno de estos procesos. Me pareció una pérdida de tiempo que no me sobra, porque mi obra no es novela como ya expliqué, ni ensayo, ni autoayuda, ni poesía, ni cuentos para niños. Es decir, no es carne de best seller. Así que tenía bien claro que me iba a resultar muy difícil encontrar una editorial especializada en narrativa hipercorta que además apostara por una autora novel/desconocida.

En busca pues de editorial alternativa, me puse a googlear a ver qué se decía, comentaba o recomendaba en blogs y web literarias sobre este sector tan inflamado de editoriales, entre las que es muy fácil perderse y no atinar con la adecuada.

Con la primera que contacté fue con Caligramapor el prestigio de tener el respaldo de Penguin Random House, un monstruo internacional que nos tienda a todos los autores. Me mandaron tarifas y servicios y me pareció carísimo: 25 ejemplares en tapa blanda por 499€, 100 ejemplares por 999 € y 150 por 2.299 €. Claro que estos precios los justifican añadiendo caramelitos tan atractivos como tu participación en concursos internos de nuevas promesas, reseñas en web y blogs indies, y presencia de tu libro en las Ferias de Sant Jordi y Madrid. Pero invertir tanto en un proyecto editorial personal es una apuesta a ciegas: no tienes en absoluto la certeza del retorno de tu inversión.

Hay que tener en cuenta que cada año se publican en España más de 70.000 títulos. ¡¡¡Ahí es nada!!! Pensar que vas a destacar entre esa marabunta de papel siendo un «don o doña nadie» es de ilusos viviendo en los mundos de Yupi. Si tienes suerte, pero mucha mucha suerte, estás en el lugar adecuado en el momento preciso y tu obra versa sobre temas que venden, léase «misterio», «ficción social» o «prono soft» entre otros, quizá te suene la flauta por casualidad.

Sin embargo, yo soy escéptico-realista y no me creo más cuentos que los míos. Así que descarté el prestigio y oferta de Caligrama y opté por una opción más modesta con una mejor relación calidad/precio/tirada.

Al restringir algo más este campo, las editoriales que más suenan son Vivelibro, Círculo Rojo, Letrame y Uno Editorial. Me puse a comparar tarifas respecto a la tirada y la que me salía más a cuenta era con diferencia UNO EDITORIAL y por ella me decidí. Su prestigio online era más que aceptable y la satisfacción de los autores ante la obra impresa era muy notable. Así que les contacté y me ofrecieron una tirada de 500 ejemplares por 1.200€ que me pareció un precio mucho más competitivo que el resto del sector. Así que acepté la oferta y me puse manos a la obra para conseguir esa cifra.

  • PASO 2: FINANCIACIÓN POR CROWDFUNDING

Yo no tengo un trabajo de oficina ni un sueldo mensual, vivo de mis ahorros y de un extraordinario «maridazgo», mi marido mecenas que apuesta a diario por mi talento, mucho más que yo misma.

Por tanto puse en marcha un proyecto de financiación por crowdfunding. Para los que no estén familiarizados con el término, viene a ser aportaciones económicas a un proyecto, abiertas a cualquier persona de cualquier país a través de una plataforma online. En España funcionan varias plataformas de este tipo con mucho éxito para todo proyectos individuales, empresariales y ONG’s. Pero para proyectos creativos no todas valen o al menos las hay algo más adecuada. Las que yo conozco son Goteo, Lanzanos, Verkami y Ulule. Me decidí por Ulule por tener un porcentaje de éxito muy elevado y presencia en 8 países de Europa, no solo en España.

Mi experiencia fue estupenda. Pero muy muy muuuuy currada. Antes de lanzar al aire tu proyecto, ULULE te asigna un/a asesor/a que te va aconsejando sobre todos los aspecto que debes tener en cuenta en el proceso de financiación/recompensas: qué monto de aportación proponer (desde 6€ a 120€ es lo más aconsejable), qué tipo de recompensas en contrapartida a las aportaciones recibidas (un libro, una ilustración, un cuadro, etc.), cuántas aportaciones disponer (entre 4 y 7 máximo), cómo diseñar la imagen de tu proyecto y redactar un contenido atractivo, claro y honesto… Es decir, un asesoramiento completo para que una vez lanzada la propuesta tenga éxito.

Esta fase de preproducción fue un trabajo a tiempo completo de algo más de una semana. Y una vez obtenido el visto bueno por parte de mi asesora, se lanzó la recaudación para Oráculos.

Fue una campaña de 40 días intensísimos, donde te guste o no tienes que spamear a diario por tus redes sociales, whatsapp e email a tus potenciales contribuidores. Te sientes un poco como el cobrador del frac o un vendedor del Fna, pero no te queda otra si quieres conseguir el monto final con el sudor de tu frente y de tus sudokus.

Para mi alegría y la de mis antepasados, puede reunir la cifra requerida y algo más, que me fue muy bien para cubrir la comisión de Ulule (que es muy baja: un 8% del total recaudado) y lo que te retiene Paypal.

He de decir que no lo habría logrado sin la ayuda de MIS AMIGOS. Este proyecto fue una prueba de amor al prójimo, en este caso a la prójima que soy yo. Mi gente no me falló e incluso personas con las que no contaba se sumaron a mi causa espontáneamente y con interés en el obra. Estas son las sorpresas impagables que da la vida. Lo que sí hay que pagar es a la editorial para poder sacar tu libro al mundo. Pero de eso ya hablaré en el Capítulo III: Edición, publicación y distribución.

 

 

 

 

PAGO POR PUBLICAR EN PAPEL

Capítulo I: El proceso de creación

Ser autor autopublicado es un camino con más espinas que rosas. Y de laureles, ni hablemos

Los autores independientes escribimos por vocación y autopublicamos por amor propio con gran esfuerzo personal, económico y moral, porque o tienes la del Alcoyano o esta carrera no es para ti. El que pretenda hacerse famoso y/o rico autopublicando que se lo vaya quitando de la cabeza, a no ser que crea en los milagros y en los pajaritos preñados. Y hablo con amplio conocimiento de causa, que es como se tiene que hablar, desde la experiencia personal y autocrítica.

En fin, sin más preámbulos paso a relatar mi periplo como autora en la sombra y a mucha honra.

  • PASO 1: EL TEXTO

Yo no soy novelista, ni poeta, ni dramaturga. Soy una cuentista cortísima. Me dedico por entero al género de narrativa hiperbreve del microcuento y nanocuento. No suelo escribir nada más largo de una página y he llegado a escribir relatos de 5, 6, 7, 8 palabras, título incluido.

Reconozco de entrada que este tipo de literatura quizá no sea para todos los gustos, pero lo atribuyo más a un desconocimiento del género por el gran público que a desinterés general. Y es que este tipo de relatos enganchan, y aunque parecen «fast food literario» tienen un largo recorrido emocional y dejan más cola que el cometa Halley. Así que apuesto todo por esta narrativa que me tiene cautivada.

Con ese comezón de cuentista, en el año 2013 comencé un blog donde colgaba regularmente hipercuentitos: micrísimos. La idea de hacer un libro compilando algunos de estos relatos surgió por sí sola, ya que al cabo de cuatro años el blog tenía más de 300 entradas y mucho donde elegir. Así que con el objetivo de no pasarme de lista ni quedarme excesivamente corta (que es mi defecto de fábrica), opté por hacer una selección de algo más de 100 cuentitos que no ocupaban más de 20 páginas, editados holgadamente. Así que era una obra prácticamente de fanzine como para imprimir y grapar en casa. Y como parece que últimamente los libros se venden al peso, a cuantas más páginas más caros y se les supone mejor literatura, pues tenía que engrosar el «producto» si quería crear un libro con buena cara, bonitos ojos y un lomo para comérselo.

  • PASO 2: LAS ILUSTRACIONES

Soy de las que piensan que en los tiempos que corren (más que vuelan) editar en papel debe aportar más que un buen texto -algo que se presupone y no siempre se encuentra-, una historia innovadora -que son pocas, pues estamos en tiempos de tópicos y chiclés a gogó- y una estructura de palabras bien armadas -que suele configurar un estilo personal único fabricado con un ineludible dominio del lenguaje, que brilla por su ausencia en la mayoría de autores actuales-.

Creo que ese valor añadido al libro en papel es y debe ser VISUAL: foto, collage, dibujo, pintura… Las ilustraciones enriquecen el contenido, aportan un ritmo visual y emocional que a veces no es intrínseco al texto.

Jamás de los jamases me consideré pintora, dibujante, artista plástica. No lo soy y no pretendo cultivar el intrusismo profesional en ese campo. Soy muy consciente de mis limitaciones.

En este momento del proceso, yo vivía en Montevideo y allí conocí a una artista y poeta (pedazo poeta) que me aportó estupendas ideas para el libro, sin ir más lejos el título. Ana Strauss al leer el texto del libro en ciernes me dijo: «Cada uno de estos cuentos parecen Oráculos. Como si encerran un misterio que tienes que resolver». Ella veía la parte visual desde una perspectiva fotográfica, blanco y negro, misteriosay enigmática; para mí en cambio, era humor multicolor, simplicidad aparente y complemento tridimensional al relato. Es decir, veíamos dos libros completamente distintos. Esa dicotomía conceptual suele ser el pan de cada día en la colaboración con otros artistas: cada uno tiene su visión que no es ni mejor ni peor. Simplemente, personal e intrasferible.

Y yo quería que mi visión impregnara todo el libro, desde la primera línea a la última. Y cuando quieres las cosas a tu manera, las tienes que hacer tú cuando la prioridad es sacar adelante un proyecto siendo fiel a ti mismo. Mis prerrogativas estéticas y las imágenes que tenía en la cabeza bullendo como sopa de caracol, me obligaron a quitarme todos los escrúpulos artísticos, remangarme y plasmar cuatro garabatos para darle vida física a los relatos que «me lo pedían» (hay textos que te hablan al oído, a saber porqué) y que fuere lo que Dios quisiere.

El resultado es el que es. No hay pretensiones en mis ilustraciones más allá de aportar ese valor añadido que algunos textos implican. Verbigracia,

  • PASO 3: LA EDICIÓN Y LOS LECTORES CERO

Mi obra no es el Ulysses ni Guerra y Paz, tenía clarísima la redacción de cada nanocuento, así que ni me planteé la opción de contratar a un editor y mucho menos teniendo como tengo amigos escritores con criterio editorial, narrativo y literario. Así que mis editores fueron también mis lectores 0. Confío plenamente en tres amigos y escritores a quienes suelo pasarles todo lo que pretendo publicar. Estos tres individuos con sus comentarios y correcciones terminaron de rematarme el libro. A saber: Sergio Arteaga, hombre de excelsa cultura y con el estilo narrativo más mordaz y acerante que he leído en mis 50 años; Jaume Muñoz, pedazo de poeta que huye del tópico como gato escaldado y pintor figurativo abstracto con una sensibilidad admirable y envidiable; y Pedro Valverde, un cuentista de narracion breve admirable y admirado por mí, cuyo libro F(r)icciones es una delicia para cualquier amante del género.

En resumidas cuentas y cuentos, con amigos creativos a mis costados, conseguí elaborar un manuscrito de 106 nanocuentos y 36 ilustraciones. ¿Por qué no más? Por lo de siempre, cuestión de presupuesto: con este cuerpo de texto e ilustaciones, el prólogo, índice y agradecimientos, me salía un librito de 96 páginas a color y tapa blanda. Es decir, menos de 100 páginas, que es el volumen de edición más barata y que haciendo números primos podía sufragar… Aunque con ayuda. Pero el cuento de la financiación, ya será el capítulo II de este vodevil editorial. No te lo pierdas que tiene buenas migas…

PEDIR PARA PUBLICAR

Pago por trabajar fue mi lema y dilema durante más de una década. En los últimos años he bajado un escalón y ya no puedo ni pagar por trabajar. Así que ahora pido para publicar.

Hace ya varios años que trabajo en un libro de microcuentos de carácter intrigante en una mezcla de humor y amor negro, que pretende arrancar sonrisas y reflexiones personales.

El libro se llama ORÁCULOS y contiene 101 microcuentos de los cuales, 32 están ilustrados. Se publicará en formato de bolsillo con tapa dura en un cuadrado perfecto de 15×15 cms. Mi deseo es que no sólo se convierta en un libro de cabecera, sino en un libro de cartera. Llevarlo encima a todas horas y enseñárselo a los amigos, colegas del trabajo, familia… Que circule y que rule.

Pero yo no puedo financiarlo. Así que tengo dos opciones: o lo dejo dormitar para siempre en mi disco duro, o pido para publicar. Y como le decía hace unos días a mis amigos más cercanos, «es muy triste pedir, pero más triste es no publicar por no haber pedido». Las ideas, los proyectos, las metas se deben materializar, sino se quedan para siempre en el plano abstracto e inasible de los sueños, las nubes y las pajas mentales. Y como estoy en esa edad de «quítame allá esas pajas», quiero ver como este libro se hace realidad, no para mi regocijo personal sino porque creo que puede ser un disparador de ideas para muchos otros. Y eso me motiva.

ORÁCULOS contiene 101 microdramas de 20 palabras y 32 ilustraciones en un estilo simple, esquemático e incluso näif, pero que le aportan una dimensión gráfica y sustancia visual a varias de estas historias. Todo ello con la intención de dar cuerpo a un libro que pretende ser una especie de manuscrito «anónimo-délfico», donde lo más importante es QUÉ se cuenta, no QUIÉN lo cuenta.

Necesito tu ayuda para que este libro se haga realidad. Si te interesa, te intriga o te motiva ORÁCULOS por favor colabora en su crowdfunding. Sólo tienes que pinchar en este enlace y podrás ver en detalle todo el proyecto editorial:  ORÁCULOS ULULE.

Con 10 € ya estás aportando una página al libro, y además te llevarás una recompensa oracular sin precedentes. Si no te va bien contribuir económicamente, te agradezco la difusión del enlace/proyecto. Cuanto más gente lo conozca, más posibilidades de que se haga realidad.
Desde ya, gracias por tu apoyo literario.

¡De corazón!

Querido Santa:

«Cada día 25 salto y brinco.

Me pongo un sombrero nuevo y agito mi pañuelo.

No sé porqué lo hago… Y suena muy raro.

Pero la gente en Navidad se vuelve crazy para obtener una pizca de felicidad».

PD: Oye, Claus, Nicolás o cómo quiera que te llames… Este año, ¿podrías traerme algo de éxito? No es que lo necesite para nada pero me gustaría saber cómo sabe. Si es agrio, lo escupo. Si es dulce, lo trago y si me repite, lo cago.

Seguro que llevas algo en el saco, así que podemos hacer un trato. También tengo dos gatos.
Gracias, papito. Y no te pases con la Coca-Cola que tienes cara de colesterol alto… El del malo.

LA ETIMOLOGÍA DE LOS DICTADORES

Hay nombres de dictadores que propician chistes, aunque no tengan ninguna gracia. Otros son auténticos trabalenguas y los hay tan sencillos que es imposible olvidarlos.

La abuela de mi marido, más británica que el té de las 5, tenía problemas para pronunciar el nombre del gran dictador de su época: Hitler. Le llamaba HILTER, que suena mucho mejor. Como yo soy muy fan de la etimología, suelo rastrear el origen oculto de las palabras, que a menudo provienen de tiempos olvidados como las lenguas muertas que les dieron a luz.
El apellido Hitler deriva del sustantivo Hütte (Hittn en dialecto austro-bávaro) que significa «choza», «cabaña», «guarida». Con ese origen, no es de extrañar que a Adolfito le gustaran tanto los búnkers. Le venía de raíz.
Poniéndome creativa, HILTER, el mote que le dio mi granny política, provendría del vulgarismo de «Hill» (colina) y «Ter», abreviatura de terrace. Con lo cual nos quedaría un precioso vocablo «Terraza de la colina», que vinculado al Führer evoca el Nido del águila, su adorada «choza» alpina. Fantástica carambola.

Mucho más poético es el origen de su homólogo italiano, Mussolini, que viene de «muselina», tejido finísimo tipo seda que provenía de Mosul. Irak, tierra de tiranos desde Mesopotamia. Mussolini, que es plural, viene a significar «los de la muselina», quizá su linaje partió de era comerciante de este tejido y de eso se les conocía. No es inusual, pues gran parte de los apellidos europeos proviene de un oficio familiar o gremio medieval al que pertenecía el «pater familias». En España tenemos Zapatero, Herrero, Platero, Sacristán entre otros. Sin conocer este origen textil, hice mis propias cábalas y derivé Mussolini de «mussol», búho en catalán y el -ini como diminutivo. Con lo cual me quedaría Mussolini= polluelo de búho. Y ojos de lechuza mala sí que tenía, el desgraciado.

Su nombre de pila Benito, viene del latín Benedictus, «bendito, bendecido», que es toda una contradicción onomástica para un tipo tan malnacido. Este tipo de paradojas en los nombres propios me hacen mucha gracia; como esas chicas que se llaman Blanca y son morenísimas, Concepción y no tienen hijos, o Pura y son muy putas.
Hablando de nombres propios y diminutivos memorables, recuerdo el terror que mi tía abuela Fe le tenía en los años 90 a Saddam Hussein al que ella llamaba «Sadán Jesulín». Cada vez que veía el telediario, se ponía de pie y gritaba: ¡NOS INVADE JESULÍN!

Me debe venir de familia porque yo al de Corea del Norte le llamo «King Kong ill»: Mono grande enfermo. Volviendo a la etimología del iraquí, Saddam significa en persa antiguo «el que aplasta y enfrenta» y Hussein es un diminutivo cariñoso de Hassan, que en árabe significa «bello y bueno». Así que este dirigente malhadado ya tenía en sí mismo la contradicción que le llevó a la horca: bueno al 50% e implacable al otro 50%. Con esas medidas estaba más perdido que Kate Upton en el pabellón de violadores.

Mucho más difícil, por no decir imposible, me ha resultado dar con la etimología de otros dos tiranos de libro: el rumano Nicolae Ceaușescu. Del apellido sólo puedo hacer mis hipótesis floridas. Podría venir de la raíz de «CeaúS», nombre común que significa «oficial de bajo rango» o «sirvo de una sinagoga». En ese caso el sufijo -escu (masculino y singular) podría ser (que me corrija por favor un filólogo rumano) «hijo de». Así nos quedaría «Hijo de soldado raso o de monaguillo judío». Si a eso le sumamos el nombre de pila, NICOLÁS, que viene del griego «Nike» diosa de la Victoria y «Laos», pueblo, me quedaría la siguiente interpretación libre del ejecutador ejecutado: «Victoria sobre el pueblo del hijo del soldado raso». En definitiva, ¡ciao, cescu!

Respecto al libio Muamar el Gafadi, sólo pude averiguar que árabe se escribe Qaddafi y que puede significar algo así como «facineroso, malhechor». Nada que añadir, señoría.
Pero para dictadores de renombre, los de lengua patria: Franco, Castro, Maduro…Ninguno está libre de guasa. Maduro parece que se ha tomado su etimología al pie de la letra y el tipo se ha creído que está maturus para gobernar. De los polvos de Chávez, los lodos del «inmaduro» secuaz. Más gallego que cubano era Fidel Castro, puro tirano tirado al puro. Etimológicamente, Castro viene del latín «castrum», campamento del ejército. En Galicia se conoce como castros las antiguas viviendas fortificadas de los celtas atlánticos, allá por el siglo VI a.C. Por tanto, donde Hitler es «choza austriaca», Castro es «casa celta». Seguimos con analogías.

La etimología ibérica que más me gustó es la del «Generalísimo»: Franco del germánico «Frank» designa al pueblo godo que se asentó en Francia pero en la Edad Media también designaba «francés que deambula libremente por el Camino de Santiago». Por el Camino de Santiago y por donde le diera la gana, a golpe de falange tiraba el «Paco».

Sin embargo, para dictadores inolvidables no hay como los rusos. Con nombres más largos que un día sin noche, utilizaron los motes como nadie. ¿Quién quiere pasar a la historia llamándose Iosif Vissarionovich Dzhugashvili ? Stalin «Hombre de Acero» no fue un súper héroe sino un psicópata poligenocida sólo comparable a Himmler.
Pero primero, el primero: Lenin tiene un origen muy discutido. La opinión más extendida es que viene de un epónimo ruso derivado «del río Lena» en Siberia. Tanto le debía gustar el río en cuestión que le dio por enviar gente a visitarlo que no volvía más. Por su parte, Trotsky (que nunca llegó al grado de dictador) era cachondo. Tomó el apellido de su carcelero en 1906, borrando así su origen judío del que no quería saber nada. Sin embargo, ese nombre de guerra fue una estela muy fácil de seguir por stalinista que como espías eran un hacha.
Aunque mi favorito de lejos es Putin, «esputin para otro lado, hijos de putín». Su apellido puede proceder de dos vocablos diferentes: Putiai «nacido en un camino» (put “camino” en ruso), lo que viene a ser «un niño de la calle»; o de Puti “encadenar, atar con fuerza, amordazar». Si a este último significado le añadimos el de su nombre de pila, Vladimir («Vlad», señor y «Mir», mundo) tenemos al «señor del mundo que le gusta encadenar».

No me puedo resistir a incluir en esta categoría dictatorial a Donald Trump. Donald viene del gaélico Domhnall «gobernante del mundo» (dumno «mundo» y Val «regla, ley»). ¡Y qué apellido! Para empezar es Drumpf, de origen alemán de donde partió su bisabuelo como emigrante ilegal dispuesto a poner casas de putas (y seguimos con analogías) por toda Californication. Su origen delictivo ha traído mucha cola en los medios de EEUU y no poca parodia. Sea como fuere parece que Drumpf y Trump significan lo mismo: «Triunfo», ¡y la de operaciones qué ha hecho este magnate mangante para conseguirlo!

En conclusión, de la «choza» de Hitler a los «triunfos» de Trump hay más balas y cadáveres que barras y estrellas. Y es que la historia- como la etimología- se escribe con tierra, sangre y memoria.

Democracia, gobierno en modo «demo»

La democracia NUNCA fue el gobierno del pueblo, ni para los griegos ni para los Padres Fundadores de los EEUU. Era el gobierno de unos pocos que sabían lo que se hacían.
Ahora ya ni eso…

Cada vez que escucho la palabra «democracia» en la boca de uno de esos que se autodenominan «políticos» me entra retortijón de estómago. La democracia actual, sobada, malinterpretada y vilipendiada es la puta del pueblo: todos la quieren usar a su antojo cuando les conviene.

Pero la democracia nunca fue el gobierno del pueblo, ni siquiera en sus orígenes atenienses e ilustrados. Platón advirtió sobre ella, arma de doble filo, gobierno sibilino que es a la vez veneno y antídoto de las masas. En su obra Politeia, Gobierno de las Polis mal traducido como La república, expuso y analizó varias formas de gobierno vigentes en las Ciudades-Estado de la época.

Según su análisis, el régimen más perfecto era la Aristocracia, es decir, el gobierno de «los mejores» (aristoi-). Nada que ver con la aristocracia de hoy que arranca del vasallaje al servicio de reyes y señores feudales tanto en la paz como en la guerra. Esa aristocracia es un residuo medieval parejo a la monarquía, ambas trasnochadas, obsoletas e inútiles en la política actual.

Éramos todo cabeza por eso la perdimos…

Los mejores según Platón eran los filósofos, los amantes del saber, los sabios. El filósofo griego era un personaje extravagante, ocupado en investigar lo universal, lo humano y divino, y por tanto no parecía el individuo más idóneo para dirigir un estado ciudadano. Pero para Platón la ciudad ideal debería ser gobernada respetando la suprema Idea de Bien, Verdad y Justicia, y a su entender los únicos que alcanzaban a aprehender esa idea, y por ello legitimados para llevarla a la práctica, son los filósofos.

¡Voto a Sócrates manque muera!

Para no convertirse en una tiranía intelectual, este gobierno debía ser ejercido por varios filósofos durante un corto período de tiempo, para evitar todos los males que genera la persistencia en el poder. Aunque este sería un modelo óptimo de gobierno, los filósofos podía caer en dos terribles trampas en el ejercicio de su régimen: la demagogia (conducir a las masas apelando a las emociones y bajos instintos en lugar de a las ideas puras) y el sofismo, escuela de filósofos que utilizaban el saber con fines lucrativos prometiendo imposibles a una auditorio ignorante y crédulo.

La segunda forma de gobierno más recomendable según Platón sería la Timocracia,
el gobierno de los hombres de honor (timé-), es decir de los valiente y guerreros, una forma de gobierno con sus ventajas e inconvenientes. La ventaja es que el honor de los militares es noble y respetable, pero los hombres de armas son de alma irascible y carácter impulsivo, por lo que tienden a tomar decisiones rápidas e imprudentes. No es una forma de gobierno mala, siempre que no degenere en un grupo cerrado y privilegiado más interesado en las riquezas y el poder que en el gobierno ideal.
Además, corre el riesgo de adquirir carácter hereditario donde las generaciones posteriores -ya acomodadas- hayan perdido el sentido original de valentía, honor y austeridad en pro del bienestar personal.
De esta forma, la Timocracia degenera en una Plutocracia,(ploutos- riqueza), el gobierno de una oligarquía adinerada que nada tiene que ver con las clases de los guerreros y de los sabios.

Soy el Presidente de la Timocracia: un timo sin pizca de gracia.

La Oligarquía es una forma de gobierno desigual y materialista que ha perdido la Idea del Bien Supremo: «Cuando en una ciudad se admira la riqueza y a los ricos, se menosprecia la verdadera virtud y a los buenos.” En este tipo de gobierno, los ciudadanos pobres (los escalones más bajos de la sociedad) se encuentran oprimidos, no participan del gobierno ni tienen una correcta educación.

Si este escalón inferior pudiera acceder al poder estaríamos en un gobierno de Democracia, idealmente de libertad e igualdad entre todos los individuos. Platón sugiere que la democracia podría ser el más bello de todos los regímenes como un manto de miles de colores… pero eso es sobre el papel, un papel de seda que se desmigaja al mínimo roce. Porque en la práctica, según Platón, es una forma caótica de gobierno ejercicio por la multitud en un régimen sin ley, sin organización social y sin autoridad reconocida, que se ha repartido sin ton ni son entre individuos sin dotes políticas, sabiduría y honor. La democracia en ese estado es la pérdida total de los valores y la estabilidad social.

Y es que la democracia ateniense no era en absoluto, «el gobierno de todos». Era SÓLO el gobierno de los que tenían derecho a voto: varones adultos ciudadanos atenienses por varias generaciones y efebos (con la mili hecha). Esto excluía a la mayoría de la población: esclavos, niños, mujeres y metecos, residentes extranjeros. Tampoco podían votar los ciudadanos endeudados o con causas legales pendientes.
El cambio más importante en los siglos V-IV a.C. es que no era necesario ser rico o propietario para acceder a la ciudadanía, sólo se debía pertenecer a una fratria, una especie de hermandad ancestral que arranca en los siglos oscuros (antes de Homero). De estas fratrias procedía la clase social emergente con derecho a voto: el demos, estamento formado por los artesanos y campesinos con tierras. Así que textualmente «democracia» significa «el gobierno de los artesanos y campesinos», la clase trabajadora en definitiva, los burgueses del futuro.

Nosotras no votamos pero gobernamos

Aquella democracia se adecuaba a las clases y necesidades sociales de la Atenas de su tiempo. Sin embargo, estoy de acuerdo con los griegos de Pericles: no todos deberían tener derecho a voto, sólo los «sabios», los hombres de honor, los que demuestren tener cerebro para hacerlo. Propongo que para poder votar se pase un psicotécnico de cultura general y urbanismo, de conciencia social (que implica haber vivido y leído) y de ética (que implica haber sido educado). No es tan difícil de implementar: es necesario para conducir un coche, ¡cuánto más para conducir una nación!

Votantes de todos los colores pero con cabeza

Y es que el gran peligro al que se enfrenta la democracia cuando la turba accede a las urnas es la Oclocracia, gobierno de la muchedumbre, de las masas con una voluntad moldeada, viciada y perjudicada por la demagogia. Este régimen carece de capacidad de autogobierno pues el pueblo ya no está formado por «ciudadanos» sino por un rebaño informe, deforme y desinformado. Así lo afirmaba Polibio, historiador griego del siglo III-II a.C. al que siguieron otros grandes pensadores: Aristóteles, Pericles, Sartori, Juvenal, Shakespeare, Lope de Vega u Ortega y Gasset, gobierno que denominó «hiperdemocracia». La oclocracia rige a un pueblo caprichoso, embrutecido y moldeado con propaganda y demagogia por unos dirigentes de baja estofa que han dado al pueblo pan justito y circo a raudales.

«Los políticos oclócratas, DEMÓCRATAS DEGENERADOS, fingen un interés genuino por la marcha del país cuando su finalidad real es mantener el poder personal o de su grupo oligárquico, apelando a emociones irracionales mediante estrategias demagógicas como la discriminación, el fanatismo y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables… Todo ello para ganar el apoyo popular y el control de la población. La apropiación de los medios de comunicación y de los medios de educación por parte de dichos sectores de poder son puntos clave para quienes buscan esta estructura de gobierno, a fin de utilizar la desinformación. Así se mantiene un dominio sobre las masas creando la ilusión de un poder legítimo constituido por la voluntad popular. Sin embargo, tal y como asegura Rousseau en El Contrato Social falta la piedra angular: ciudadanos conscientes de su situación y sus necesidades, con una voluntad formada en la pluralidad de ideas y decisiones que permitan ejercer su legitimación de forma plena. En la oclocracia la legitimidad otorgada al pueblo está corrompida por la demagogia política».

Palabras de Wikipedia, pero parece que habla de nuestra democracia, esa que en tantos cartelitos anda por la calle con letra escarlata. Pero, ¿por qué le llaman Democracia cuando hablan de Oclocracia? Su hermana obtusa y degenerada que irremediablemente deviene en revolución de la turba, es decir, de gente turbada, confundida, desubicada. Platón advierte que sólo hay un paso de la oclocracia a la Tiranía, el peor régimen en la escala de gobierno: el del usurpador, (tyrannos-), el gobierno del despotismo y de la ignorancia, dominado por las pasiones de la parte más baja del alma, que termina en actos de crueldad y brutalidad. Robespierre y su «reino del terror» o Stalin y su paranoia bolchevique son tremendos ejemplares.

Stalin votándose a sí mismo… ¡Qué tierno!

En estos 25 siglos de civilización, cultura y mandatos no sólo hemos sido incapaces de establecer el mejor de los gobiernos, el de los sabios, sino que hemos caído en la bajeza del gobierno de los lerdos, de cretinos no diagnosticados, de demagogos de plumero en mano, de nuevos ricos por nepotismo y malversación, por inútiles intelectuales y políticamente malformados. Estamos en una Anoetocracia, el gobierno de los necios e insensatos(anoeto-), una conjura en toda regla contra la inteligencia, la ética y la justicia.
Nada puede hacerse ya porque los sabios, igual que muchas otras especies amenazadas, se están extinguiendo.

Para instruir, una institutriz

No creo en el sistema educativo institucional. Tampoco en las escuelas experimentales. Me escama la educación grupal, aunque sea en clases reducidas. Para formar individuos únicos, abogo por formarlos uno a uno, en privado y con lupa.

Yo misma soy un producto fallido del sistema educativo privado español de los años 70 y 80.
Antes de ir al colegio (tenía unos 5 años) era una niña feliz, abierta, simpática y sociable. Bastó un curso en una clase de parvulitos en un colegio de monjas para volverme vergonzosa, insegura, agresiva. Con los años, me hice más introvertida, acomplejada y asocial lo que terminó degenerando en «fobia social», misantropía y en el aspecto artístico, un miedo escénico que me impide aún a día de hoy subirme a un escenario, estrado o palestra de cualquier tipo.

Los grupos de más de tres personas me dan pánico y mi reacción es huir como gacela de las llamas. Cuando tenía ocho o nueve años, mi madre pidió una entrevista con el Director del Conservatorio de Ourense para que me diera una plaza, dado mi oído musical, ritmo y voz. Recuerdo de esa entrevista varias cosas: primero, que monté un pollo del 15 para no asistir. Me llevaron a rastras y hecha un mar de lágrimas. Aquel buen hombre me hizo una serie de pruebas musicales (no recuerdo qué) pero le comunicó a mi madre que tenía plaza en segundo de solfeo y no sé qué más materias, si quería. En definitiva, que me metía en varios grupos con niños desconocidos de todas las edades. Me puse a gritar como si me estuvieran torturando con hierros al rojo y salí disparada de la sala a la voz de «No quieroooo, no quierooo, no quierooo». Al llegar a casa, mi madre intentó razonar conmigo, pero el miedo no razona. Mi respuesta fue tajante: «Ponme un profesor particular. No quiero salir de casa».

Machácame lo que quieras, pero en privado

No era la primera vez que se lo pedía. A los seis años, con dos de experiencia de colegio, le pedí a mi madre que contratara una institutriz como la Señorita Rottenmeier por la que sentía un instintivo respeto. No es que me gustara su cara de amargada, su histeria de menopáusica virgen a su pesar, ni el arquetipo de solterona decimonónica, paria social por no proporcinar carne nueva a la patria. Me identificaba con ella a un nivel casi profético, pues siempre pensé que era más complicado instruir que parir, acto que toda criatura de la naturaleza hace a diario sin aplauso público.

Para instruir hay que ser instruido. Parece una perogrullada pero no lo es. Sobran maestros y profesores mal educados, escasamente formados y con una cultura muy rasa. Y esos interfectos moldean los tiernos cerebros de influenciables criaturas a los que pueden deformar de por vida y sin reparos. Es decir, sin reparación. Si yo hubiera tenido hijos, los habría educado YO en casa. Estoy cualificada para enseñar lengua española, literatura, historia universal y del arte, latín, griego clásico básico, geografía física y política, gastronomía, cine, música y manualidades de todo tipo.
Porque un buen institutor (bien lo saben los franceses que son los prioneros en esta forma de enseñanza en el siglo XVIII) potencian las fortalezas de cada individuo y no se preocupa por sus debilidades porque no vale la pena perder el tiempo en eso: Un olmo nunca dará peras. Para eso están los perales.

Si un niño tiene dotes para dibujar, que dibuje. Si quiere bialar, que se ponga en danza lo antes posible. Si tiene un cerebro analítico, se le enseñan matemáticas y física. Si es sensible con los animales, zoología y biología. Si es empático con las personas, antropología y pedagogía (en la psicolgía no creo). Y si no le gusta el colegio, ¡QUE NO VAYA, COÑO! No es nada beneficioso para un crío codearse con garrulos, futuros maltratadores y otras faunas demoníacas. Si quiere tener amigos, que empiece con los hijos de tus amigos. No puede haber un orden más natural que tu entorno social elegido por ti a conciencia, controlado por tus afectos y afinidades. Y si por motu proprio el niño decide autoreforzarse con clases extraescolares, adelante. Si es autodidacta, déjale a su bola. Pero, por favor, que pueda elegir. Si tu hijo llora como un madaleno cuando tiene que ir al colegio, por Dios bendito, no lo lleves sólo porque es «lo normal». Lo vas a estropear sin remedio, sé lo que me digo.

Además el éxito del sistema educativo doméstico, Homeschooling, ya está dando sus frutos.
En EEUU la universidades privadas más prestigiosas se rifan a estos jóvenes «alternativos» y en América latina se ve como una solución al bulling. En España, ya se constatan miles de casos de educación en casa en oposición al sistema tradicional que claramente no funciona.

Además, habría otra ventaja adicional en el homeschool. Puede que no tengamos dineros para pagar a una maestra ilustrada o nosotros mismos no podremos, pero todos tenemos unos abuelos, tíos abuelos, primos lejanos, padres de amigos, etc. jubilados que andan arrastrando los pies de obra en obra y estarían encantados de ser útiles a los que vienen por detrás. Sólo le veo beneficios a esta interacción. Uniaríamos la tercera generación con la primera en un vínculo más sólido que el familiar: el conocimiento compartido. Saldríamos todos socialmente ganando.

Porque si la sociedad actual está embrutecida, alienada y falsamente abanderada, es una consecuencia dramática de los niños uniformados de ayer, incapaces de razonar, enseñados a repetir de memoria sin reflexionar. Si queremos individuos libre pensantes y capaces de liderar la rebelión de las masas deberíamos comenzar por formarlos como «grumos», piezas aisladas y sólidas dentro de la masa, destacando por sí mismos. Por suspuesto, cada grumo debe estar en su punto y para ello debe ser cocido a fuego lento, con paciencia y sin acelerar los procesos, dándole muchas vueltas al engrudo. Por eso es necesario ser cocinero antes de fraile.
Si a mí me hubiera educado Arguiñano en lugar de las Monjas Franciscanas, otra gallina blanca me cantaría.

PD: Me ofrezco como Rottenmeier para tus hijos, en versión más sexy y flamenca.
Interesados contactar por privado.
Gracias.

No tengo depresión: soy así (Parte II)

«Cuando Delagranja encontró al Dr. Lista» o Cómo una sujeta supuestamente depresiva descubre que la biografía y la biología son las madres putativas de su destino.

Tal como comentaba en la Parte I, tras mi descenso a los infiernos al dejar los antidepresivos, mi amigo y psicólogo junguiano Diego Durán, buen oyente capaz de meterse en los zapatos de cualquiera -condición básica para un psicólogo, profesión que detesto: demasiada prima donna, autores de libros de falsa autoayuda y superegos que están muy mal de lo suyo pero pretenden curar a los demás- me recomendó encarecidamente que visitara a Álvaro Lista, neurocientífico, médico psiquiatra especialista en depresión y en procesos de envejecimiento. Me costó decidirme, cansada de tener que pasar otra vez por lo de siempre: medicación estándar para depresión in eternum.

Sin embargo, me llevé una grata sorpresa. En mi primera visita, Álvaro me pareció un tipo súper afable, increíblemente inteligente, expeditivo e incisivo. Lo entendió todo a la primera y me dio deberes para casa. ¡Y qué deberes! Un cuestionario médico de cientos de preguntas y una autobiografía emocional que me costó varias semanas completar. Fue terrible tener que abrir de nuevo la caja de Pandora y ponerme por enésima vez frente al espejo y autopsicoanalizarme hasta el aburrimiento. Pero lo hice. Álvaro la leyó con gran interés y mucho, mucho cariño, así como mi blog de nanocuentos demostrando una implicación inusual en un psiquiatra al uso. Pero él no lo es.

Me canta el cerebro que no veas

Me canta el cerebro que no veas

Con todo lo que más me sorprendió -y me pareció un puntazo- es que propuso hacerme pruebas genéticas para determinar si mi depresión era hereditaria o vivencial. ¡Me encantó la sugerencia! Por fin alguien metía el dedo en la llaga, en el origen físico-químico que siempre sospeché causa de mis bajonazos. De cabeza me fui a que me rasparan con esos bastoncillos CSI el interior la boca y someterme a tres análisis rarísimos. A saber:

– Genotipificación del transportador de serotonina (5HTT)- Resultado: Copia corta y copia larga.
– Genotipificación del polimorfismo VAL158 MET del gen COMT – Resultado: VAL/VAL
– Genotipificación del polimorfismo VAL66 MET del gen BDNF – Resultado: VAL/VAL

Dejo ahí los datos para quien los entienda. A mí me sonó y sigue sonándome a chino. Lo único que entendí (según me explicó Álvaro) es que el transportador de serotonina es fundamental para sentir esa euforia y optimismo que ayuda a ver la botella medio llena. El gen COMT, por su parte, está relacionado con la dopamina, sustancia que favorece la sensación de placer. Y el BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) es una proteína determinante en los procesos de depresión. Con los resultados y mi relato de vida en la mano, Álvaro concluyó que mi escenario genético no es el peor del mundo pero tampoco el mejor, y que además la forma en que crecí y me crié (mirando siempre hacia dentro y de reojo a las afueras) provocó un tendencia a la ansiedad, el estrés y el miedo, que me fue volviendo paulatinamente melancólica.
Para mi tratamiento, Álvaro diseñó un plan terapéutico completo con varias líneas posológicas:

1. Estrategia antidepresiva con Duloxetina 60mg.
2. Estrategia Ansiolítica No sedativa con Risperidona, que dejé al año.
3. Estrategia Neuroprotectora (todo natural) con Superomega3 y Vitaminas B6, B9 y B12.
4. Estrategia Cronobiológica con Melatonina 5mg.

En mi segunda visita, le hice al Dr. Lista la pregunta del millón: ¿Tengo cura?

Según Millán Salcedo de Martes y trece (al que adoro), «la locura no tiene cura». Y en cierta manera fue lo que me respondió Álvaro, explicándome algo que me dejó ojiplática y patidifuminada varias semanas.
Parece ser que en nuestro proceso de percepción, que determinará la forma en que nos posicionemos ante y en el mundo, existen tres sistemas que configuran el proceso activo de pensamiento, conciencia y experiencia subjetiva individual. Tal y como lo entendí, serían:

1. Sistema Abierto: Es aquel que nos permite aprender cosas a diario, asimilar información y configurar nuevas asociaciones de ideas. Es decir, cambiar y evolucionar día a día. El No te acostarás sin saber una cosa más.
2. Sistema Semi-abierto: El sistema que nos permite aprender de cualquier experiencia sea negativa o positiva y elegir qué postura tomar, resiliente o victimista. Por ejemplo, aunque hayas tenido una mala experiencia amorosa y tu percepción del amor sea negativa eso no quita que mañana quieras/puedas volver a enamorarte.
3. Sistema Cerrado: Este es el Quid de la cuestión, la caja negra del avión, el talón de Aquiles del EGO dañado. Según parece entre los 4 y 18 años más o menos, el individuo crea su visión del mundo, su yo tierno en el que empieza a diseñar un proyección vital sobre el lienzo en blanco de su persona. Este sistema proactivo va confeccionando una sólida red con nudos más apretados que un tango de borrachos que hacia los 18-20 años se cierra herméticamente sin que ningún factor externo pueda ya hacer mella en él; ni siquiera los otros dos sistemas que -como agua y aceite- corren en paralelo sin mezclarse.

Pandora, deja la cajita cerrada que hay cosas que es mejor no saber...

Pandora, deja la cajita cerrada que hay cosas que es mejor no saber…

He aquí la tragedia: si durante la infancia y/o adolescencia nuestro entorno familiar, personal, social, ambiental nos hacen un daño continuo, reiterado y repetitivo como un mantra fatal que nos lava el cerebro, y NO se le pone remedio (con médicos, pedagogos, padres, amigos…), aparece la tara, el trauma, la herida, llámele X que se fosiliza en ese núcleo duro de la personalidad donde nunca más entrará la luz del sol y condicionará nuestra trayectoria personal de ahí en adelante… y para siempre.

Por todo eso, ahora lo sé, no soy depresiva. Y no lo digo yo, lo dice Álvaro Lista y también me lo dijo hace años Adolfo Jarne en Barcelona. Soy una optimista dañada, quebrada (según Javier Couto, amigo y escritor de Sci-fi), de carácter histriónico que funciona como escudo ante un entorno hostil forjado por mis desórdenes neurológicos. Y es porque genética y precozmente mi cerebro sufrió un daño ya irreparable que condicionó para siempre mis niveles de dopamina y serotonina. No hay pues ningún mecanismo de defensa personal (sensibilidad artística, inteligencia emocional, humor negro) que pueden solucionarlo: sólo los antidepresivos me salvan.
Así las cosas, no dejo las pastillas ¡¡¡NI LOCA!!!

Toma que toma pastillas de goma

Toma que toma pastillas de goma

De varones, machos y hombres

Todos los hombres son iguales. ¡MENTIRA! Son todos unos cabrones. HABERLOS HAILOS, pero aprende a reconocerlos y escapa, guapa. Todos quieren lo mismo. ¡SÍ, QUE LES AMEN!

Soy tan Misancrítica como Androafectiva. La energía masculina me fascina y la necesito no sólo como heterosexual raboréxica que soy, sino por lo que los hombres han sido, son y serán en mi vida: los mejores guías y compañeros de camino. Empezando por mi abuelo materno, César Fernández Cortés, amante de los libros y de los periódicos que leía a diario, me inculcó la afición a la lectura, a consultar el diccionario cuando no entendía una palabra y a apreciar todos los detalles de su enciclopedia de la Historia del Arte, que me valió un sobresaliente en COU y el amor de mi profe de arte. Pero tiré por las letras, quizá por influencia de otro profesor (Zabal), que intentó sutilmente animarme a escribir cuando yo no estaba ni de lejos preparada para exponerme. Sin embargo consiguió plantar la semilla.

Antes de escribir, sácale punta a tu lengua

Antes de escribir, sácale punta a tu lengua

Pero aunque el arte y la literatura han marcado parte de mi vida, mi única constante vital desde la infantil es la MÚSICA. Bailaba antes de andar y hablaba cantando como un loro. En materia de ritmo y armonías se lo debo todo a mi tío materno, Carlos F. Lastres. Un tipo con oído absoluto, toca el piano sin tener ni idea de solfeo, la guitarra con un método propio de escalas y la batería con un compás completamente suyo curradísimo a base de décadas de práctica, que como dice el refrán, hace al maestro.
Corre una leyenda familiar sobre la precocidad de su talento. A finales de los años 40, mi familia vivía en Monforte de Lemos, donde mi abuelo era director de una sucursal de banco. Estaban instalados en una casa grande con jardín y azotea frente al único cine de la ciudad. Mi tío -que tenía unos cinco años- conocía perfectamente los horarios de cada sesión cinematográfica y se preparaba para el momento: con dos escobillas de váter sobre una banqueta de hule acompañaba las bandas sonoras de las películas con la seriedad de un baterista profesional.

El toque con el baile entra

El toque con el cante entra

Estas enriquecedoras influencias masculinas desde la infancia han marcado mi preferencia por el sexo fuerte importándome más bien una mierda su inclinación sexual. Es la energía masculina, ejecutiva y proactiva (que pueden tener tanto mujeres como gays y de la que carecen algunos machirulos), la que determina la forma de ver la vida y actuar. Para mí es mucho más importante lo que se hace con el cerebro que con los genitales. Me interesan poco o nada los hombres comunes (no como Ricardo Darín, un hombre común muy poco común), incapaces de crear o producir alguna forma de belleza.
Es por eso, que la mayoría de mis amigos tienen algo en común: creatividad y sensibilidad. Artistas, escritores, poetas, músicos, bailaores, guionistas, ilustradores, cómicos, psicólogos y geeks forman parte de mis amistades más íntimas, son mis sospechosos habituales.

Sospecho que sois muy muy listos

Sospecho que sois muy muy listos

Dejando a un lado el aspecto físico (me gustan los tíos buenos, qué le voy a hacer), he sido seducida y cautivada en más de una ocasión por tipos tirando a feos pero con una cualidad excepcional y rarísima: el SENTIDO DEL HUMOR. Esa predisposición natural para entender la realidad desde el absurdo, de medir la vida por el lado liviano de la balanza y la soberbia capacidad de «hacer el payaso» revela inteligencia, reflejos, recursos psicológicos y sociales. Es un rasgo de espontaneidad física y mental, un dominio intuitivo del tiempo y el espacio para generar climas de distensión, y una admirable capacidad para quitarle hierro al ego. Sólo un hombre que sabe reírse de sí mismo y por contagio hacer reír a los demás, es un auténtico varón, sea gay, guy o chuky.

He conocido a muchas mujeres con un sentido del humor de Cuponazo, payasas a más no poder con una gestualidad y vis cómica de lágrimas; pero en esto como en todo lo demás, prefiero a los hombres. Me hacen más gracia, no puedo evitarlo. Porque cuando los hombres se desmelenan son hilarantes y delirantes; nadie pierde los papeles mejor que ellos, los neuróticos muestran un punto de histrionismo que roza el humor negro más demencial y brillante. Y ni te cuento si tienen fobias. Ejemplo egregio, Woody Allen.

Porque el sentido del humor y la inteligencia son sexy, eróticos, afrodisíacos. Por desgracia, pocos hombres reúnen estas dos cualidades en grado alto y el grueso de la tropa está plagado de energúmenos, machotes, falsos tipos duros completamente inseguros que necesitan llevar una mujer guapa al lado para exhibirla como trofeo y hacen gala de su dinero/poder porque no pueden hacerlo de verdaderas dones, aunque intangibles. Sobran de esos machos mal paridos a los que nadie les ha parado los pies en seco, A estos tipos hay que cuestionarles los cimientos de sus deleznables y frívolas personalidades y situarlos ante el espejo de su mediocridad. Para muestra, un Donald Trump.

¡Qué baño de lejía me voy a dar, madre mía!

¡Qué baño de lejía me voy a dar, madre mía!

Porque los hombres también tienen sus miedos al fracaso, a no ser suficientemente buenos para todo lo que se les exige (que es mucho y a diario). Para ayudarles, sólo se me ocurre darles altas dosis de sentido del humor, encenderles la luz de la sensibilidad y enseñarles a conducirse con una lógica personal sin fisuras. Hasta el más bestia tiene su corazoncito de paja y el más lerdo, un destello de inteligencia natural que puede hacer de cualquiera un hombre de verdad.